Por Nicolás Sosa Baccarelli
Se trata del más completo bandoneonista de cuantos hayan transitado la historia del tango. Pero también de “el mejor director que tuvo no (solamente) el tango, sino la Argentina” según la expresión de Horacio Ferrer. Su estilo está emparentado con los de Pedro Maffia, Pedro Láurenz y Ciriaco Ortiz. “Decareano” por herencia y tradición, su obra es un estuario donde convergen casi todas las corrientes musicales que lo anteceden, y un campo fértil donde germinó el tango de vanguardia en su más alta expresión.
Su orquesta
fue un semillero de talentos, de músicos de avanzada (Astor Piazzolla, por
ejemplo, se hizo a su lado), de arregladores descollantes, de cantores legendarios formados con y por él. Provisto de un delicado sentido
del buen gusto, cultor de un estilo tan canyengue como refinado, supo deleitar
a un público masivo sin descuidar jamás la línea evolucionista que lo
conservará siempre entre los nombres consagrados de nuestra música. Es que el desarrollo musical de Aníbal Troilo puede
tomarse como un caso emblemático y fiel de toda la evolución del tango. Acaso
esa circunstancia justifique doblemente este homenaje.
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| Fresedo, Razzano, Canaro y Discépolo junto a Pichuco |
Eligió a los
mejores arregladores de su tiempo, entre los cuales se destacaron Argentino
Galván, Astor Piazzolla, Héctor María Artola, Eduardo Rovira, Julián Plaza,
Emilio Balcarce y Raúl Garello. Sin embargo y sin perjuicio de la libertad con
la que trabajan – según señalaban sus músicos- él era el verdadero artífice de
los arreglos (famosa era la goma de borrar con la que Pichuco preservaba el
estilo de su orquesta, dando a sus arregladores, lecciones de sencillez y de
belleza). Maestro de los silencios, de los matices, hizo del tango una liturgia
pagana donde la revelación era un gesto: un entrecerrar de ojos que lo dejaba
solo en medio del mundo… “o con todos,
que es lo mismo”, confesó una vez.
Junto a
Carlos Gardel, el pueblo argentino lo elevó con total justicia a la dimensión
de mito. Su carisma, su alma bondadosa y querendona despertó, desde siempre y
para siempre, un unánime y desmesurado sentimiento de amor. “Troilo fue una de
esas personas que no se puede tratar sin quererlas, y por el cariño a Troilo
muchos habrán amado también al tango”, dijo una vez, José Gobello.
Comienzos
La anécdota
es conocida. A los 9 años en un picnic tuvo por primera vez un bandoneón en las
rodillas. La atracción por ese misterioso instrumento fue definitiva. Le
insistió a su mamá para que le comprara uno. Pagó 140 pesos de entonces, a
pagar en 14 cuotas, pero luego de la cuarta, nunca nadie pasó a reclamarles el resto.
Tomó seis meses de clases con un modesto profesor del barrio: Juan
Amendolaro. A sus 11 años puso por
primera vez un pie sobre un escenario: fue en el Petit Colon de Córdoba y
Laprida.
Tres años después integró una orquesta de señoritas, luego armó un
trío con Miguel Nijensohn y Domingo Sapia, y un quinteto de corta vida. En
1930, teniendo 17 años se incorpora al
renombrado sexteto conducido por el violinista Elvino Vardaro y el pianista
Osvaldo Pugliese. Presumimos que aquí conoció al destacado bandoneonista Ciriaco
Ortiz, que tanto influiría sobre su forma de ejecutar el instrumento: ese
fraseo que eriza la piel con dos notas. El segundo violín del conjunto era
Alfredo Gobbi (hijo); es decir, a los 17 años ya había iniciado su carrera
profesional de la mejor manera y entre verdaderos popes del tango.
Lamentablemente de este sexteto no quedó ningún registro discográfico.
Preludio
Esta etapa
de su carrera, anterior al debut de su orquesta típica, presenta algunas zonas
oscuras de escasa documentación. Se sabe que por estos años Pichuco recaló
fugazmente en la orquesta de Juan Maglio (“Pacho”), y a mediados de 1931
integra la orquesta “Los Provincianos” (donde también estaba tocando Ciriaco
Ortiz). Se trataba de una formación orquestal organizada por el sello
discográfico Víctor, para realizar grabaciones. Luego pasó también por corto
tiempo (y a veces en forma simultánea) por varios conjuntos: la historia del
tango no es (en realidad, ninguna historia) una línea cronológica recta, pareja
e ininterrumpida. La historia de las orquestas típicas es un entramado de
discontinuidades, rupturas, y simultaneidades que la hacen compleja y todavía
más apasionante.
Pasó,
decíamos, por diversos conjuntos. Entre
éstos se destacan los nombres de Julio De Caro, Juan D'Arienzo, Angel
D'Agostino, Irusta-Fugazot-Demare, Luis Petrucelli. También pasó por la Orquesta
Típica Víctor, y formó parte del Cuarteto del 900, con el acordeonista
Feliciano Brunelli, Elvino Vardaro y el flautista Enrique Bour.
El último
peldaño en el empinado trayecto hacia el debut de su orquesta propia fue la
orquesta gigante de Juan Carlos Cobián, en los carnavales de 1937.
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| Alberto Marino, Francisco Fiorentino y Aníbal Troilo |
Todo el mundo al Marabú
Quien haya
pasado caminando por Maipú 359 la tarde del 1 de julio de 1937, habrá leído en
la puerta de la boîte Marabú el siguiente letrero: «Hoy debut: Aníbal Troilo y
su orquesta», y debajo: «Todo el mundo al Marabú / la boîte de más alto rango /
donde Pichuco y su orquesta / harán bailar buenos tangos».
Veintidós
años tenía cuando debutó con su orquesta. La formación era la siguiente:
Troilo, Juan Miguel “Toto” Rodríguez y Alfredo Giannitelli (bandoneones);
Reynaldo Nichele, José Stilman y Pedro Sapochnik (violines); Orlando Goñi
(piano); Juan Fasio (contrabajo). (Durante ese año Nichele es remplazado por
Hugo Baralis, después Nichele volverá a sumarse). Cantor: Francisco Fiorentino.
Aquí empezaba otra historia.
Si bien
suele decirse que la década del 40 (la
“década de oro” del tango) comienza en 1935 con el debut de la orquesta de Juan
D´Arienzo (este hecho marcó un resurgimiento del tango –especialmente el
bailable- en un momento en el que parecía estar perdiendo algunos terrenos) lo
cierto es que el debut de la orquesta de Pichucho, con la voz de “Fiore”,
representan un hito definitivo en la historia del tango, y, musicalmente
hablando, el verdadero anticipo de los años dorados.
Troilo y “Fiore”
Fiorentino fue,
sin dudas, el arquetipo del cantor de orquesta, donde Troilo ensayará la
fórmula con la que tratará a casi todos sus cantores: un delicado equilibrio
entre el protagonismo – cuando corresponde- y
la convicción de que la voz, por muy buena sea, es “un instrumento más
de la orquesta”. Aquí no hay contradicción alguna. Con algunos modestos antecedentes,
Troilo inventa la figura del “cantor estrella”, ya no el apagado estribillista
que aparece, canta dos estrofas y desaparece, sino el “cantor- figura” que interpreta
la letra íntegra, con introducción, puente y cierre por la orquesta, y que la
gente terminará aclamando. Pero lo más importante seguirá siendo la orquesta. Fiorentino
estaría con Troilo 7 años, hasta marzo de 1944.
La primera
grabación es para el sello Odeón, el 7 de marzo de 1938, con los tangos
"Comme il faut", de Eduardo Arolas, y "Tinta verde", de
Agustín Bardi (las siguientes placas son de 1941 para el sello Víctor). Ese año
se suma el violinista David Díaz (hermano del legendario contrabajista Kicho
Díaz) una especie de padre para Pichuco, que estará con él prácticamente
durante toda la vida de la orquesta. En 1939, se incorporó al elenco estable de
Radio El Mundo, donde permanecerá 10 años. (Detalle curioso: se ha dicho que
las primeras grabaciones, hasta 1943, fueron “aceleradas” mecánicamente por la
Victor para hacerlas más atractivas para el baile. Es interesante observar cómo la orquesta con el
tiempo se vuelve cada vez menos acompasada).
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| Pichuco, Fiore y orquesta en acción |
Piazzolla, Goñi y el dúo de vocalistas
Hacia 1940 ingresa
a la orquesta un joven bandoneonista que había
regresado de los Estados Unidos, era marplatense y se llamaba Astor Piazzolla.
Los primeros arreglos del joven
Astor ya denotaban por aquellos
años, una visión de vanguardia. En cuanto a
las voces, Fiorentino alterna con Amadeo Mandarino. Se trata de una práctica
muy frecuente en Troilo (con algunos
antecedentes pero sistematizada por él y seguida luego por numerosas orquestas):
dos o tres cantores estables, cada uno con el repertorio que más se ajusta a su
voz, a veces en dúos, otras, convocando a algún vocalista exclusivamente para
grabar sin que forme parte de las presentaciones públicas de la orquesta.
Hablar de la
primera etapa de la orquesta de Troilo es hablar, forzosa y felizmente del
piano de Orlando Goñi. Sus concepciones estilísticas, su mano izquierda, su
estilo compadrón, dejarán una fuertísima impronta sobre la orquesta. Explicaba
el especialista Luis Adolfo Sierra refiriéndose a Goñi: “Creador de una forma
distinta en la conducción del conjunto, más elástica en la marcación, con
predominio de los bajos bordoneados, y sus inconfundibles notas sueltas en los
graves”.
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| Pichuco abraza a Astor Piazzolla. |
1943-44: un punto de inflexión
En este
período se producen varios hechos significativos en la historia de su orquesta.
En setiembre se va Orlando Goñi e ingresa en su lugar José Basso, quien va a
permanecer en la orquesta hasta 1947.
Ingresa
Alberto Marino, un tenor insuperable con reminiscencias del canto lírico y un
registro de voz amplísimo. Durante un breve período alternó en la orquesta con
Fiorentino, dejándonos algunas valiosas piezas cantadas a dúo. “Para recibir a Marino, (Troilo) hizo su
orquesta más lírica, más llena de cuerdas…” analiza con total acierto, Ferrer.
Meses más
tarde se retira de la orquesta Fiorentino (decide armar su propio grupo cuya
dirección queda a cargo de Astor Piazzolla). A sugerencia de Alberto Marino
ingresa Floreal Ruiz: sobrio y delicado cantor que deja 31 memorables registros
junto a la orquesta de Pichuco.
Otro jalón
en la historia de la orquesta es la incorporación de Argentino Galván, uno de
los mejores arregladores que ha tenido la historia del tango. El arreglo para
“Recuerdos de bohemia” (1945) fue sencillamente revolucionario, luego siguieron
otras joyas invaluables. (Sentenció,
Galván, en una oportunidad: “Se puede ejecutar admirablemente un instrumento
sin saber música, pero si no se tienen profundos conocimientos musicales, no se
puede hacer un arreglo”).
Más músicos y nuevas voces
Recordemos
que la orquesta comenzó con una formación de 3 bandoneones, 3 violines, piano y
contrabajo. Al promediar la década la tendencia de Pichuco va a ser ampliar el
conjunto sumando un bandoneón (y por momentos, dos) y aumentando la sección de
cuerdas. Hacia fines de los 40 nos encontramos con una orquesta notablemente
ampliada: 4 bandoneones (o 5, contando el de Fernando Tell que se incorpora), 4
violines, cello, viola, piano y contrabajo.
En julio de
1947 ingresa Carlos Figari en reemplazo de José Basso. Y poco después lo hace el
cantor Edmundo Rivero quien alternará con Floreal Ruiz.
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| Aníbal Troilo y Atahualpa Yupanqui |
La década
del 50 los encuentra con las voces de Edmundo Rivero, Aldo Calderón y Jorge
Casal. En noviembre de 1950, comienza sus grabaciones para el sello TK (con 2
temas: “Para lucirse” y “Che bandoneón”); grabaciones que, lamentablemente,
fueron muy deficientes. Sin embargo, la novedad vocal que dio el primer lustro
de los 50 fue la incorporación de la voz de Raúl Berón.
En abril de
1953 Troilo estrena el sainete “El Patio de la Morocha” en el que presenta una
orquesta numerosa: más de 30 músicos y 4 vocalistas. Sin embargo esta orquesta
se creó especialmente para la puesta en escena del sainete y nada más. (Nombramos
esta obra, atendiendo la novedad orquestal que trajo. La participación de
Troilo en el cine y en el teatro, merecería un capítulo aparte).
La última
novedad de 1954 fue el ingreso de Osvaldo Manzi al piano, en lugar de Figari.
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| A su derecha, atrás, el por entonces joven bandoneonista, Ernesto Baffa. |
Los cuartetos
Mención
aparte merecen los cuartetos. El legendario “Cuarteto Troilo-Grela” se formó en
1955, y lo hizo con la siguiente
integración: Aníbal Troilo (bandoneón), Roberto Grela (guitarra), Edmundo
Zaldívar (guitarrón) y Enrique Díaz (contrabajo). También desfilaron, años más
tarde, por el conjunto: Ernesto Báez (en guitarrón), el contrabajista Eugenio
Pro, Roberto Láinez (guitarra).
Ya sin
Grela, el “Cuarteto Troilo” comenzó en 1968. Estaba integrado por Aníbal Troilo
(bandoneón), Ubaldo de Lío –luego reemplazado por Anibal Arias- (guitarra),
Osvaldo Berlingieri —suplantado luego por
José Colángelo— (piano), Rafael Del Bagno (contrabajo).
Una nueva etapa
1955 es un
año de escasa producción. La orquesta grabó muy poco y tuvo también muy pocas
presentaciones en vivo y en la radio. En cambio, el 1956 abre una etapa de la
renovación vocal de la orquesta. Para este año Pichuco cuenta con las voces de Jorge
Casal y de Carlos Olmedo. Al año siguiente tenemos las voces de Ángel Cárdenas,
Pablo Lozano y Roberto Goyeneche. Sin
embargo, también existen testimonios de la orquesta con la voz de Edmundo
Rivero durante estos años, esto se debe a que Troilo convocaba a este cantor
solo para grabaciones.
En 1957 el
piano vuelve a renovarse, y con él, la
orquesta experimenta una transformación notoria. Ingresa el pianista Osvaldo
Berlingieri. Hasta este momento, a pesar de las evidentes diferencias, se puede
hablar de una línea pianística Goñi-Figari-Basso-Manzi. Con la incorporación de
Berlingieri y luego con la de José Colángelo (en 1968) la orquesta –desde hace
bastante ya menos acompasada-, se vuelve más “jazzeada” y el piano adquiere
otro protagonismo.
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| Roberto "El polaco" Goyeneche y Troilo |
Los años 60
Al año
siguiente entra en el lugar de “Kicho” Díaz, el contrabajista Alcides Rossi. El
cello está a cargo de José Bragato, y se incorpora un bandoneonista muy joven:
Ernesto Baffa. La siguiente incorporación que juzgamos trascendental es la del
maestro Raúl Garello a principios de los años 60, fiel discípulo de Troilo, acaso
el último arreglador que tuvo la orquesta, bandoneonista de elevadísima altura.
Por estos años Troilo graba también con
Elba Berón.
En los 60 la
orquesta cuenta con las voces de Roberto
Goyeneche, Roberto Rufino; en 1964 hasta 1966, Nelly Vázquez y Tito Reyes.
Desde 1967 en adelante, Tito Reyes y, sólo para grabar, Roberto Goyeneche.
Los videos
disponibles en internet de la orquesta de Pichuco en televisión (donde canta
Goyeneche y Tito Reyes), corresponden a actuaciones en Canal 7, durante el
primer lustro de los 70. Finalmente, mencionamos a Roberto Achával como el
último cantor que tuvo Troilo.
Son casi 485
registros discográficos de Aníbal Troilo, contando las 34 grabaciones de los
cuartetos que dirigió (Cuarteto Troilo-Grela y Cuarteto Troilo) aunque se
presume que hay otras que no llegaron al público.
Final
Pichuco en el cine y en el teatro
Para completar un poco más la figura de Pichuco, repasemos su participación en el cine y en el teatro. Nos basaremos en un valioso trabajo de autoría de Néstor Pinsón.
- En el cine
No podemos
decir que Aníbal Troilo fue un “actor”, en el sentido profesional de la
expresión. Sin embargo, y de acuerdo a las prácticas del cine nacional y de la
música de la época, Pichuco participó en numerosas producciones
cinematográficas y teatrales. En la mayoría de ellas, aparece exclusivamente como
músico. En algunas otras, asume un papel actoral. Sea como solista, con
acompañamiento de guitarras, o con orquesta, las escenas de Troilo en la
pantalla grande representan valiosos documentos para conocer un poco más al
bandoneón mayor de Buenos Aires.
La primera película en la que Troilo participó
fue “Los tres berretines”. Fue estrenada
en mayo de 1933, poco tiempo después del
estreno de “Tango” (considerada la primera película argentina totalmente sonora
por el sistema óptico). La obra presentaba un sencillo argumento donde se destacaban tres grandes pasiones de los argentinos: el tango, el fútbol y el turf.
El capítulo sobre el tango lo protagoniza el actor Luis Sandrini. En el
palquito se anuncia la Orquesta “Foccile-Marafiotti”. Allí están, en realidad,
José María Rizutti (piano), Vicente Tagliacozzo (violín) y Aníbal Troilo, con
18 años. Se trata de la primera aparición de Troilo en la escena pública. También
aparece un cantor: Luis Díaz cantando el tango “Araca la cana”.
Luego vino
“Radio Bar”, película dirigida por Manuel Romero. El film se estrenó en septiembre de 1936. Entre los
números presentados aparece la orquesta de Elvino Vardaro con sus dos
bandoneonistas, Eduardo Marino y Aníbal Troilo. Es importante destacar que esta
película y la siguiente, constituyen dos de los pocos testimonios de la
orquesta de Elvino Vardaro con Troilo (conjunto en el cual tocó también con
Osvaldo Pugliese) pues de tal experiencia no quedaron grabaciones.
En mayo de
1937, dos meses antes del debut de su orquesta, se estrenó “Muchachos de la ciudad”, con la dirección de José Ferreyra. Aquí
también Troilo integra la orquesta de Vardaro. El tema que se escucha al comienzo es “Ciudad”,
cantada por un coro y la voz solista de
Carlos Dante.
El lector
recordará, seguramente, “El tango vuelve a París”. Una famosa película que
contó con la dirección de Manuel Romero, cuyo estreno se produjo en enero de
1948. Aquí disfrutamos de un Pichuco actor, risueño y alegre, en compañía de Alberto
Castillo. Ambos tratan de imponer nuevamente el tango en aquel país. Aquí se
interpretan los tangos: “Ninguna”, “Griseta”, “Muñeca brava”, “Nubes de humo”,
“La canción de Buenos Aires”. Para esta época, Pichuco ya era una figura
consagrada en el ambiente tanguero.
“Mi noche
triste” es de enero de 1952, y fue dirigida por Lucas Demare. Se trató de una versión
libre sobre la vida de Pascual Contursi. Troilo toca con su orquesta. Interpreta,
“Mi noche triste”, “Ventanita de arrabal” y un fragmento de “Que querés con esa
cara” (doblado por Jorge Casal) y también algunas notas de “El porteñito”.
En “Vida
nocturna” (dirigida por Leo Fleider y estrenada
en marzo de 1955), Pichuco y su orquesta interpretan “La cantina”, cantada por
Jorge Casal. En una breve toma se alcanza a ver al pianista Carlos Figari, tío
de los doctores Norberto y Carlos Parma, amigos de Correveidile y asiduos visitantes
de Chacras de Coria. Aquí tocan “La trampera” y “Palomita blanca”, con Edmundo Zaldívar.
“Buenas
noches Buenos Aires” es una película dirigida por Hugo del Carril, que convocó
a destacados cantores y cancionistas de tango, folclore y del género melódico. El
film es de octubre de 1964. Aquí se puede escuchar el Cuarteto Troilo-Grela
interpretando “Mi noche triste”.
La última
película en la que Aníbal Troilo participó se llamó “Esta es mi Argentina”. Se
estrenó en 1974. Troilo, en esta oportunidad, aparece con toda su orquesta
interpretando “Quejas de bandoneón”.
- En el teatro
“El patio de
la morocha” (1953) fue una exitosísima
obra que contó con la dirección musical de Troilo. El bandoneonista presentó una orquesta gigante
con 30 músicos y las voces de Jorge Casal, Agustín Irusta, Aída Luz y Raúl
Berón. La orquestación estuvo a cargo de Astor Piazzolla y el argumento y las
letras de las canciones son de Cátulo Castillo. Fue un gran éxito que duró dos
temporadas con 500 representaciones.
“Caramelos
surtidos” (1960). Aquí tocó el Cuarteto
Troilo-Grela con Jorge Casal, Roberto Goyeneche y Elba Berón. Se interpretan los tangos “Y a mi qué” (Elba
Berón) y “Coplas”, (dúo por Goyeneche-Casal). La obra fracasó y fue retirada en
poco tiempo.
“Tango en el
Odeón” (1963) fue una obra con argumento de Cátulo Castillo y Jorge Montes. Aquí
tocaron, Horacio Salgán, Ubaldo De Lío, Roberto Grela y Ciriaco Ortiz, y como
actor principal, Rodolfo Bebán. Troilo presentaba una orquesta de 16 músicos,
con los cantores Roberto Rufino, Nelly Vázquez y Tito Reyes. Además, la
participación especial de Edmundo Rivero.
En “Troilo
69” (1969) Troilo se presentó con su cuarteto, junto a Ubaldo De Lío, José
Colángelo y Rafael Del Bagno. Las voces fueron Enrique Dumas, Tito Reyes,
Alberto Marino y Ruth Durante.
“Simplemente
Pichuco” (1975) fue su última participación en el teatro, un mes antes de su
fallecimiento. Su autor fue Horacio Ferrer,
la coreografía fue de Juan Carlos Copes y María Nieves. Aquí apareció el
último cantor que tuvo Troilo, Roberto
Achával, interpretando “Malevo” y “Con mi perro”. Como cantor invitado, Edmundo
Rivero. Troilo se presentó con el cuarteto y con su orquesta.
Final
Todo esto es lo
que nos dejó Aníbal Troilo, antes de que nos lo reclamaran del Otro Lado, así… genio, gordo y bueno, para siempre.
NOTA: parte de este artículo fue publicado en el suplemento Cultura de Diario Los Andes, Mendoza, Argentina, el 12 de julio de 2014.




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