sábado, 7 de abril de 2012

Julio De Caro: el hombre que reinventó el tango

Por Nicolás Sosa Baccarelli









El 11 de diciembre los argentinos celebramos el Día Nacional del Tango en homenaje al nacimiento de Carlos Gardel y de Julio De Caro. Recordamos la vida y la obra de este último. Director, violinista, arreglador y compositor, significó la renovación más importante en la historia de nuestra música nacional.


Una lucha ganada

Era una cálida noche de 1965. En la calle Corrientes flotaba un aire a lluvia, a asfalto, a barrios distantes. Ben Molar apuró el paso. Llegaba tarde al festejo de cumpleaños de su amigo Julio De Caro. Al llegar a la esquina de Corrientes y Esmeralda, quizá la esquina más porteña de Buenos Aires, un recuerdo lo hizo detenerse. “11 de diciembre”, pensó. Y casi sin quererlo vino a su mente la figura sonriente y cómplice de Carlos Gardel, nacido el mismo día. Así, según contaba este destacado investigador, halló una fecha excepcional, una coincidencia casi sobrenatural: un 11 de diciembre de 1890 –según la biografía más difundida-  nació, en algún lugar que bien pueden ser las cercanías del Río de la Plata o más próximo al Garona de Toulouse… Carlos Gardel, el Zorzal Criollo. Ese morocho que, a casi ochenta años de fallecido, “canta cada día mejor”. Ese mismo día pero en 1899 nacía en Buenos Aires, quien sería luego el gran renovador de la música del tango: Julio De Caro. La escuela vocal y la musical habían nacido el mismo día.Sin pretender dar una explicación a esta asombrosa coincidencia, Ben Molar inició su lucha por lograr que se declarara el 11 de diciembre como el Día del Tango en homenaje al nacimiento de los dos grandes creadores y símbolos emblemáticos de la cultura nacional: Carlos Gardel y Julio De Caro.Con el apoyo de las entidades artísticas más importantes, comenzó la peregrinación por los pasillos de las oficinas públicas que demoraban su loca pero acertadísima ocurrencia. Ben Molar llegó a formular al  Secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires, una cordial amenaza de movilización mediática para anunciar la organización de un mega festival en el Luna Park en apoyo al “Día del Tango”. A pocas horas de la intimación tanguera, se promulgaba el ansiado decreto de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, acogiendo la propuesta.El 11 de diciembre se realizó el festival. Ya no fue un reclamo sino un festejo. Con la presencia de grandes figuras de la música, la radio y el periodismo vinculadas con el tango, un Luna Park con 15 mil personas cantó el feliz cumpleaños a un hombre de 78 años,  visiblemente emocionado: Julio De Caro.La lucha por el Día del Tango no terminó aquí. Ben Molar solicitó a las autoridades correspondientes, la aprobación del decreto a nivel nacional lo cual fue finalmente conseguido. El 11 de diciembre pasó a ser el Día Nacional del Tango.

De Caro: la renovación profunda y definitiva


Mucho se ha dicho ya de nuestro máximo ídolo nacional, Carlos Gardel. Con sus misterios y sus anécdotas don Carlos llena bibliotecas, discos y crónicas periodísticas que  no hacen más que verificar que se trata de una pasión mundial y multitudinaria.En cambio, la figura de Julio De Caro no ha gozado de semejante popularidad. No fue en vida una estrella de cine internacional, no tuvo la sonrisa ni la mirada cómplice y cautivante. También careció del  desenlace trágico que suele ser consagratorio de hombres hechos dioses. En síntesis, no alcanzó la dimensión de mito de la que gozó y goza aún hoy -y quizá para siempre- Carlos Gardel. Sin embargo su obra representa un hito rotundo y decisivo en la historia de la música de nuestro país.El nombre de Julio De Caro, al igual que el de Gardel, constituye un símbolo de la  renovación y el cambio.Nació en una casona del barrio de Balvanera, en el seno de una familia italiana, Julio, el segundo de doce hermanos. Comenzó sus primeros estudios musicales con su padre, don José De Caro, profesor del Conservatorio de Milán que, al arribar a la Argentina, se instaló su propia academia. A los trece años - según cuenta en su libro El tango en mis recuerdos- Julio ya se ganaba sus primeros pesos enseñando teoría, solfeo y violín. En la familia De Caro se respiraba música. Eso sí, nada de tango. Don José tenía prohibido que esa música sonara en su casa, él quería que sus hijos cultivaran la “música en serio”. Como tantas otras veces, la prohibición paterna fue una invitación irresistible a desobedecerla. Tanto Julio, como sus hermanos Emilio  - también violinista- y Francisco - pianista- sentían desde niños, y muy a pesar de su padre, la inclinación por esa música nacida en las orillas, que se filtraba como un vaho de taconeos y guitarras sobre el empedrado.La tensión en casa de los De Caro aumentó cuando Julio habló con su papá para decirle que haría un reemplazo en la orquesta del gran Eduardo Arolas – “el Tigre del Bandoneón”- quien lo había convocado luego de escucharlo tocar con Roberto Firpo.  Don José reaccionó expulsando de la casa a su hijo “milonguero”.La influencia de Roberto Firpo, Eduardo Arolas, Enrique Delfino, Osvaldo Fresedo y Juan Carlos Cobián sobre el joven De Caro, fue notoria. Con estos nombres, el tango había empezado a desplegar sus ansias de evolución. Ya no era ese conjunto pintoresco de ritmo alegre, sencillo y compadrón de las primeras épocas. El tango se preparaba para el gran salto.Luego de integrar una orquesta en Montevideo, De Caro ingresó en 1923 a la prestigiosa orquesta de Juan Carlos Cobián (ese exquisito director y compositor que recordamos por sus tangos La casita de mis viejos, Mi refugio, Nostalgias, entre otros éxitos). A fines de ese año, Cobián viaja a Estados Unidos. Por esa razón, y tal vez en parte por una discusión entre ambos por un arreglo instrumental que el joven De Caro había hecho sin consultar a su director, constituyó su primer conjunto en base a la formación de músicos que dejaba Cobián. Nacía entonces el legendario Sexteto Julio De Caro.La orquesta estaba integrada por los bandoneones de Pedro Maffia y Luis Petrucelli, Leopoldo Thompson en contrabajo y Julio y Emilio De Caro en violines. Al piano se sentaba su hermano Francisco, fundador de una escuela pianística de la que se reconocieron herederos los grandes figuras del tango de las décadas siguientes. Francisco fue un músico excepcional, que bien merece estar incluido en las páginas más dignas de la historia del tango y de la ejecución de dicho instrumento.  Más tarde ingresaría Armando Blasco en el lugar de Maffia y, reemplazando a Petrucelli, el otro gran Pedro: Láurenz.   Maffia y Láurenz calarían hondo en el espíritu de un niño que por entonces tenía diez años y recién había adquirido su primer bandoneón, era un pibe morrudito y se llamaba Aníbal Troilo. Como se dice ahora… “había equipo”. El Sexteto De Caro debutó en el Café Colón y pronto se convirtieron en la gran atracción del Palais de Glace.Durante estos años se conoció el famoso violín-corneta de Julio De Caro. Consistía en una bocina anexada al violín para aumentar su volumen y resolver de ese modo la carencia de recursos técnicos propia de la época, tanto para hacerse escuchar en vivo como para grabar. El propio De Caro contó que se lo trajo del exterior un directivo de la Rca. Víctor. No fue De Caro quien inventó el violín corneta. Ni siquiera fue el primer músico de tango que lo usó. José “Pepino” Bonano tocaba uno en la orquesta de Juan Maglio “Pacho”,  hacia 1912 en el famoso café La Paloma. Según las reseñas del Instituto Smithsoniano de los Estados Unidos, el nombre original del instrumento es “Stroh violin” en alusión a su creador: John Matthias Augustus Stroh, quien lo patentó en Londres, en 1899.La sonoridad de esa maravillosa orquesta estaba dada por una visión innovadora de la música. Ya no se interpretaba “a la parrilla” como suele decirse en la jerga musical, tal como se hacía durante los primeros años del tango. Ahora, con la renovación de los años 20 y 30, cada instrumento tenía su protagonismo, sus momentos de brillo y de silencio y sus diálogos y contracantos.De Caro fue más allá de lo conocido. Renovó el tango.  Propuso nuevos recursos para esa música popular rioplatense de origen humilde y reo, dando así un enorme avance para su difusión en el mundo. Y lo hizo sin descuidar jamás su esencia rítmica, su sentido criollo y arrabalero. Logró combinar lo que el tango fue, con lo que era capaz de ser.  Incorporó recursos técnicos especialmente en materia de armonía y contrapunto. Ahora aparecían solos melódicos de bandoneones, de violines, variaciones de cuerdas sobre la base del piano conductor o del contrabajo. Muchas veces el piano quedaba como solista, acompañándose él mismo. Otras, su violín fraseaba armonías contrapuestas al desarrollo de la obra. El tango había ganado altura, refinamiento y técnica. Su horizonte se había extendido varias leguas. Así, se conocía un universo musical, una forma de comprender el tango que se llamó la “escuela decareana”. En ella forjaron su estilo los gigantes que vendrían luego: Aníbal Troilo, Horacio Salgán, Osvaldo Pugliese, entre tantos otros símbolos gloriosos de lo que se dio en llamar la Guardia Nueva. El movimiento de De Caro había bajado línea de cómo debía ser una orquesta típica. Fue la bisagra entre la vieja y la nueva guardia. Algunos músicos conservadores, apegados a las formas tradicionales del tango, insistieron con ellas, pero lo cierto es que el “predecarismo” quedaba envuelto en la niebla del tiempo.Tal es la importancia de la escuela decareana en la historia del tango, que, como explicaba Blas Matamoro, fijó pautas para el tango del futuro, al extremo de que, cuando se traspasan las normas del “decarismo”, sus propios autores hablan de “música de Buenos Aires”, en claro reconocimiento de haber cruzado la frontera entre lo que es “tango” y lo que no lo es.Viajó por diferentes países y enamoró con su “tango vestido de smoking”. Sufrió en su momento las mismas críticas que las que se lanzarían décadas más  tarde contra Astor Piazzolla. “Eso no es tango” decían algunas voces temerosas que miraban con recelo la renovación decareana.  Evidentemente se equivocaron. Esos jóvenes músicos estaban inventando el nuevo tango, el tango que venía… y que conquistaría el mundo.Con el correr de los años, y tras algunos experimentos musicales posteriores que no tuvieron mayor éxito, la actividad de Julio De Caro fue apagándose. Ya corrían tiempos diferentes. Hacia la década del 40 la poesía había florecido, dando a la letra de tango un histórico vigor. Eran las épocas de las orquestas con cantores protagónicos, estelares; cuestión en la que De Caro nunca incursionó. Hacia 1954 abandonó la actividad como director.Dejó centenares de obras grabadas y excelentes composiciones propias  y otras en coautoría con algunos de los músicos de su orquesta. Gozó del crédito y la amistad de Carlos Gardel. Un 11 de marzo de 1980, y como para respetar la misteriosa simbología tanguera tejida entorno al número 11, Julio De Caro dejó este mundo, tras haber reinventado el tango.



Nota: artículo publicado en diario Los Andes, diciembre de 2011.










MALENA: una letra, una mujer, un misterio


Por Nicolás Sosa Baccarelli





Manzi y Malena.
Ilustración de Pablo Pavezka


No llegué a conocerla. Pero quienes la oyeron aseguran que su canto era una alondra desvelada susurrando tangos como profecías, sobre la negrura embarrada de los callejones. Su canto perfumaba a patio, a humo, a yuyo del suburbio. Tenía los ojos oscuros como el olvido y los labios apretados como el rencor. Tenía en lugar de manos, dos palomas temblando de frío, de pena, de noche… de alcohol. Más o menos así la describió Homero Manzi  ese día de verano de 1941 en el que se sentó a hilvanar los versos que le entregaría a Lucio Demare para que los musicalizara. Este último perdió ese papelito en el fondo de un bolsillo del saco y lo recuperó después, descubriendo entonces la belleza y la profundidad de esas líneas de “Barbeta”, como le decían a Manzi sus amigos. Sentado en la mesa del café El Guindado, de un tirón y en quince minutos  -contaba Demare- plasmó en el dorso del poema las notas de una obra que sería considerada uno de los mejores tangos de todos los tiempos.
Pero… ¿quién fue Malena?

Malena de Toledo

Fines de 1941. Homero Manzi, regresaba a Buenos Aires de su estadía en Centroamérica. El vuelo proveniente de México, hacía escala en San Pablo, Brasil. Por la noche decidieron ir a un cabaret del lugar donde se presentó una bella cancionista a quien llamaban Malena de Toledo. El nombre y la magia de su voz, habían quedado resonando en la cabeza del poeta santiagueño quien prometió en el acto hacerle un tango.
Su verdadero nombre era Elena Tortolero. Hija de un cónsul honorario del gobierno español,  había nacido, según algunos, en Porto Alegre, en 1916. Sin embargo Héctor Ángel Benedetti, en su obra Las mejores letras de tango, señala que Malena no nació en Brasil sino en Santa Fe y que el encuentro con Manzi no se produjo en San Pablo sino en Porto Alegre. El lugar de nacimiento se encuentra discutido. Sí se sabe en cambio que  Malena cantó con el conjunto de Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese y, tras la disolución de la orquesta, habría viajado a probar suerte al Brasil en donde habría efectuado algunas  grabaciones con la orquesta de Héctor Gentile. Sabemos que entre 1943 y 1944, Malena de Toledo se presentó en Maracaibo, Venezuela. Luego, en Cuba, conoció a un renombrado cantor de boleros de nacionalidad mexicana: Genaro Salinas, “La voz de oro de México”. Del matrimonio nacieron dos hijos: Concepción y Genaro. Un contrato con Radio El Mundo, hizo que la pareja se radicara en Buenos Aires. Hacia 1957 durante una gira artística, falleció Genaro Salinas con tan solo treinta y siete años, en circunstancias trágicas y confusas. Sus restos fueron repatriados a la Argentina por su esposa quien fallecería el 23 de enero de 1960, en Montevideo.
Eduardo Moreno, representante de la orquesta Vardaro-Pugliese, contó en una entrevista que  efectivamente Elena había cantado con el conjunto con el cual además, emprendieron una gira por el interior del país. Luego Moreno dio un dato llamativo para los investigadores que se han dedicado al asunto: dijo haber tenido en sus manos el documento de identidad de Elena Tortolero y haber comprobado que nuestra “Malena” era chilena. Brasil, Santa Fe, Chile… son los posibles y enigmáticos paisajes que pudieron haber visto nacer a la heroína del tango.
Roberto Palmer -quien fuera durante más de treinta años la primera voz del conjunto folclórico Los Cantores de Quilla Huasi-  cuenta que él y su señora le alquilaban parte del domicilio que Elena Tortolero, ya viuda,  tenía en Maipú 746, plata baja, departamento A, en Capital. Palmer también afirma en su artículo “Las manos de Malena” publicado en Todo Tango, haber sido él quien reunió a la cancionista con Lucio Demare una noche de 1959 en la sala “Le Mans”. También apunta que, estando él de gira en Chile, fue su esposa quien acompañó a Genarito, hijo de Elena, a Montevideo, a repatriar los restos de su madre. Su tumba se encuentra en el Panteón de los Artistas en el Cementerio de la Chacarita.
Con variaciones y disidencias, la credibilidad de esta historia reside, entre otras cosas, en que es la versión que el propio Demare confirmaba cuando se lo consultaba al respecto. Aunque, como bien se ha pensado, si se trata de una historia apócrifa con que Manzi ocultaba otra verdadera pero inconfesable, no sería precisamente su amigo Lucio Demare quien la desmentiría.
Homero Manzi

Malena … es Nelly Omar?

“Malena soy yo”, repite Nelly Omar con seguridad y orgullo. Según la célebre cantante, conoció a Homero Manzi en 1937 en Radio Splendid. Ambos estaban casados lo cual tornaba prohibido el romance entre las dos figuras de la canción popular. Confesaba hace poco en una entrevista para un matutino porteño: “Yo trabajaba con programas que él armaba en Radio Belgrano. Un día le dije Por favor, pare, yo soy una mujer casada. No me moleste. Para qué se lo habré dicho. Era peor. Me escribía letras. Me prometió que se iba a divorciar si yo me divorciaba. Era una persecución. Aparecía por todos lados. Por favor, dejame respirar, le decía yo. Era realmente un enamorado pero respetuoso. (…) Era un amor imposible. Sus amigos me decían Llamalo sino este hombre se va a morir … Un drama.” Según Nelly Omar la historia trascurrió de otro modo. Manzi había ido con Francisco Petrone a México. Una noche, concurrieron a un local llamado “El Patio” donde escucharon cantar a una mujer de aspecto físico y estilo muy similar al de Nelly. Petrone le preguntó con picardía a Manzi a quién le recordaba esa mujer. Homero sin responder, tomó un papel y escribió la letra de Malena. Al llegar a Buenos Aires, le contó lo sucedido a Nelly. “A mí no me importa que no me crean pero lo que cuento es así” confirma la ya centenaria estrella del tango al investigador Gabriel Soria, en un reportaje reciente.
Esta versión tiene, como todas, algunas razones a su favor y otras en contra. Entre las primeras podemos destacar la certeza del romance entre los dos astros del tango del cual habría nacido más de una letra del gran Homero. Se dice que “Ninguna” y “Solamente ella” son obras que Manzi dedicó a Nelly. Entonces, si le dedicó esos tangos… ¿por qué no pudo dedicarle también Malena?
El argumento adverso a este relato, de ser comprobado, sería demoledor. Oscar Del Priore en su obra Cien tangos fundamentales, habla de “la presunción de que Manzi y Nelly se conocieron tiempo después de la escritura de Malena”.  En tal caso, el relato de Nelly Omar sería sencillamente… imposible. De todas formas, el tango “Ninguna”, que según se dice, fue para Nelly, es de 1942… ¿Fechas exactas? Sólo las tienen sus protagonistas.

Mucho ruido y pocas nueces

Otra historia diferente fue propuesta por Juan Carlos Miranda, cantor que estrenó “Malena” con la orquesta que dirigía el autor de su música, Lucio Demare. Según Miranda, una noche llegaron Demare y Manzi al cabaret "Novelty", con el tango casi terminado. Allí, lo completaron delante de Miranda. Los autores le explicaron al cantor que terminaban de escuchar a una cancionista que se llamaba Malena, en el varieté "Nueva Orleans" de la Boca.
También se ha dicho que la verdadera Malena no fue Malena de Toledo, ni Nelly Omar sino Azucena Maizani. Fue ella quien inmediatamente grabó el tango, pero también quien se encargó de desmentir este rumor. No hacía falta. La descripción de “Malena” por Manzi hablaba por sí sola.
Tita Merello no quedó atrás. También se conjeturó que ella podía ser Malena.
Para otros, la auténtica musa inspiradora del tango fue una  cancionista anónima del Maipo cuya identidad ha quedado irremediablemente perdida en el tiempo.
Completando el abanico de posibles o pretendidas “Malenas”, y escuchando el testimonio de un amigo del hermano de Manzi, se ensayó la hipótesis según la cual el poeta habría escrito la pieza inspirado en la modista de su esposa.
Siguiendo con las extravagancias se llegó a decir que Malena fue una vendedora de achuras en la zona de Almagro. Se trata de relatos inexactos, cuando no engañosos, que no han causado más que confusión y que han contribuido en gran medida a acrecentar el misterio.

Las versiones de Acho Manzi

Acho Manzi, hijo de Homero, al ser interrogado sobre el asunto, declaró que según su parecer, Malena no sería más que una historia, una ficción en la que su padre plasmó su experiencia con las mujeres. Pero su “Malena” no habría existido. Ahora bien, de tener que inclinarse obligadamente por alguna cantante de tango que pueda haber inspirado a su padre, él lo haría por Mercedes Simone. La opinión de Acho, causó asombro entre los investigadores del género que presenciaron la revelación.
Para complicar aún más el acertijo, existe un sitio web dedicado al “Día de las Malenas” que contiene un documento por demás interesante. “Malena era María Esther Lerena”, firma: Acho Manzi. Recordemos que María Esther Esquivo -ése era su verdadero nombre- fue una bella actriz de comedia nacida en Buenos Aires en 1899. Supo ganarse su lugar en los salones del selecto público porteño de los años 20 e incluso llegó a compartir una gira por España en 1923 nada menos que con Gardel y Razzano.
De acuerdo con esta segunda versión de Acho, su padre, junto a Aníbal Troilo, se lo dijo en un reportaje de radio al animador Bellini en su programa de tango. Su papá “tenía diecisiete años cuando se estrenó la película Milonguita que vio cantidad de veces”. El film es de 1922, allí Lerena desempeñaba el papel principal. “En esa época de películas mudas, los cantantes se doblaban a sí mismos detrás de la pantalla, como también lo hacía María Esther, que interpretaba tangos. Detrás del escenario se instalaba un micrófono, y allí cantaban, acompañados de guitarristas. De esa manera, el público podía oír cantar a quienes encarnaban los personajes.”
“Vacarezza  -refuerza Acho- solía ir a un café al lado del teatro Presidente Alvear, en la avenida Corrientes.  En una de sus mesas, Ángel Cárdenas le oyó decir que ella fue la verdadera Malena. Y eso corrobora la noticia”  Hasta aquí, las dos tesis incompatibles de Acho Manzi.
Si bien la de Malena de Toledo es, a nuestro modo de ver, la versión que goza de mayor crédito y fue esta mujer la motivación del autor, compartimos la opinión del Dr. Ricardo García Blaya al sostener que la misteriosa heroína del tango no es otra cosa que la síntesis poética de las mujeres que el letrista amó, y no más que eso. Es que muchas veces, el artista crea, y el espectador se encapricha en buscar nombres y razones, allí donde no existen.
El 3 de mayo de 1951 fallecía Homero Manzi llevándose con él, como un preciado secreto, la respuesta del enigma acerca de una mujer a quien llamamos y llamaremos por siempre… Malena.

Un tango con historia
 
Troilo, su orquesta y Francisco Fiorentino

El tango fue estrenado por Lucio Demare en la boîte “Novelty” con la voz de Juan Carlos Miranda, a fines de 1941. Un día como hoy, un 8 de enero, hace exactamente 70 años (1942)  Aníbal Troilo y Francisco Fiorentino hacían la primera grabación de Malena, para la compañía discográfica RCA Víctor. De este modo Pichuco y su popular cantor, ponían su toque maestro a esta joya de Manzi y Demare, que se tranformó en  un auténtico símbolo de los años 40. Un hecho curioso es que ese mismo día, Troilo realizó dos matrices de “Malena”. En una de ellas, Fiorentino canta: “tomó ese tono obscuro de callejón”. En la segunda… “tomó ese tono triste de la canción”. Si bien ambas versiones fueron publicadas en su momento, la de “tono obscuro” se retiró de la venta, mientras que se popularizó la otra, que, paradójicamente, no es fiel a la partitura. En segundo lugar lo grabó Demare y Miranda para el sello Odeón. Luego, en marzo, con piano y guitarras se conoció la interpretación de Azucena Maizani. Además el tango figuró en la película “El viejo Hucha” dirigida por Lucas Demare (hermano de Lucio). Tuvo luego, versiones memorables como fue la de Roberto Goyeneche con la orquesta de Raúl Garello en 1968. También interpretaron el tango, Joan Manuel Serrat y Andrés Calamaro.

Nota: Artículo publicado en diario Los Andes, diciembre de 2011.